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Un reemplazo para el diablo- capitulo 12


Unos gruesos lentes de marco negro cubrían sus penetrantes ojos cafés cubiertos por unos parpados llenos de ojeras, las cuales demostraban lo cansada que estaba de tanto estudiar día tras día; su cabello castaño era un verdadero desastre, demasiado corto y desaliñado como para pertenecer a una chica en su adolescencia; media casi 162 cm, una estatura pequeña para un país donde la media de las mujeres llegaba a los 170 cm; no era ni muy delgada ni muy gorda, lo cual era difícil de descubrir gracias al gran chaleco de invierno que vestía y que la hacía ver más robusta de lo que en realidad era; su falda llegaba casi a sus tobillos y dejaba ver con suerte sus zapatos, aun cuando la academia permitía llevar la falda dos dedos por encima de la rodilla; sus hombros estaban siempre tensos y ante cualquier ruido se exaltaba con facilidad, dando a entender que por naturaleza se trataba de una persona tímida y precavida, de aquellas que no confía en los extraños fácilmente; no se podía considerar una belleza de rostro ni tampoco fue bendecida con un cuerpo dinámico con el cual presumir; no destacaba de los demás estudiante becados en la academia, sino que al contrario, era una chica tan común y de perfil tan bajo que literalmente era una sombra más en esta escuela elitista, un dibujo en la pared que podría desaparecer de la noche a la mañana y nadie notaria su ausencia.
Durante años el chico con el corazón del demonio llamado Bartolomé había conocido seres humanos con características similares y se enorgullecía de conocer perfectamente su forma de actuar ante los momentos de dificultad ajenos. Para él todos aquellos humanos eran unos simples cobardes cuyo lema principal era "mientras no me pase a mi ¿para que intervenir?", es decir, un ser humano promedio. Su mente de demonio estaba acostumbra a pensar y desarrollar escenarios ficticios de como actuarían dichos humanos bajo diferentes peligros, escenarios que por lo general se tendían a cumplir tal y como él esperaba, es por esta razón que le parecía extraño y al mismo tiempo curioso los momentos en los cuales sus pronósticos acerca del comportamiento de un humano estaban equivocados. Sus ojos podían verlo, pero su mente no quería creerlo; delante suyo un humano promedio estaba arriesgando su propio bienestar personal solo para ayudar a otra persona; quien por cierto era bastante odiada por todos, incluso por sus supuestos amigos. En su mente de demonio no había razón lógica por la cual ella quisiera ayudarlo, ¿quizás dinero? Eleodoro ya no tenía nada; ¿por lastima? Incluso él quien llevaba apenas diez días en aquel mundo lo odiaba por su forma de ser, no había manera en la cual alguien podría tenerle lastima a aquel chico; incluso si solo quería ser buena samaritana y ayudarlo dándole ánimos; perfectamente podría haber esperado a que él, quien arruino la vida de Eleodoro, dejara el salón. La única razón por la cual lo ayuda en ese momento pese a su evidente amenaza de arruinar la vida de quien se relacionará con aquel mocoso seria porque lo estaba desafiando. A él, la persona con más dinero en una sociedad escolar que se regía guiada por el sucio.
Eleodoro estaba de rodillas en el suelo, haberlo perdido todo fue un golpe demasiado duro para él. Pasar de ser un rey a un vagabundo no es algo que muchas personas puedan asimilar en cosa de minutos, ni mucho menos alguien quien al mismo tiempo perdió incluso a aquellos que consideraba sus amigos. Ya no tenía una fortuna que respaldara su autoridad ni que le permitiera comportarse de la manera tan altanera con la cual había vivido hasta ahora, incluso alguien como él sabía que su actitud así lo demás solo era tolerable gracias a que tenía dinero para cubrirlo. Su mente estaba perdida y su cuerpo era tan fácil de manejar como el de un niño con el corazón roto. Intentando ayudarlo sin lastimarlo la misteriosa chica de apariencia promedio lo puso de pie, asegurándose que no se volviera a caer debido a la carencia de fuerzas que su cuerpo poseía. Sus manos pequeñas y blancas como la nieve servían de soporte para el tembloroso pecho de Eleodoro. Lo que antes él seguramente habría rechazado con asco, la ayuda de una becada, ahora parecían un cálido y tierno abrazo; de aquellos que solo una madre amorosa puede dar. Ante tal amabilidad en un momento de necesidad él agotado corazón de Eleodoro no pudo contenerlo más y siendo incapaz de contener sus sentimiento y seguir fingiendo una cara de póker que ocultara su tristeza comenzó a llorar y como si se tratara de un niño buscando refugio, para que nadie viera su cara, apoyo su rostro humedecido en el hombro de aquella misteriosa chica
—No llores Eleodoro, no te pongas triste por esto, anímate—le decía la chica acariciando lenta y gentilmente su cabeza— todo estará bien— añadía levantando con un ligero toque la cabeza de Eleodoro de su hombro y con la ayuda de un pañuelo desechable que saco de su bolsillo secar sus lágrimas — Vamos a limpiarte la cara en los lavamanos, seguramente con un poco de agua fría podrás aclarar tus ideas y encontrar una solución a tus problemas— termino diciendo con una sonrisa optimista que sin importar el punto de vista desde el cual se mirase se sabría que busca animar a Eleodoro. Muchos podrían encontrar en esta escena un sentimiento de alegría y compasión; al ver un gesto tan amable por parte de la chica hacia alguien que lo perdió todo, pero en los ojos del chico infernal solo podía percibirse una completa sensación de confusión; no podía entender bajo su lógica lo que estaba viendo
— ¿qué crees que estás haciendo descendiente de Lilith? ¿Por qué ayudas a un tipo tan despreciable como él? — termino por preguntar ante su duda— ¿acaso no escuchaste acerca de lo que te podría pasar si lo ayudas? — añadió haciendo referencia a su amenaza
— ¿cuál de todas? Problemas financieros para mis padres y familia o que implícitamente arruinaras mi vida escolar en este lugar al volverme pobre. Lamento decirte que aquellas amenazas no sirven en mí, ya que de partida no tengo padres, me abandonaron cuando tenía solo 7 años. Si aun sabiendo eso los quieres encontrar y darles problemas financiero por favor diles que ese castigo se los mandas de parte mía. En segundo lugar, ya soy pobre, por lo que no hay manera de que hagas mi vida escolar más lamentable de lo que ya es. Necesitaras más que eso si quieres asustarme— contesto la chica acompañando a Eleodoro hasta la entrada del Salón— en lo que a mí respecta un chico mimado y engreído es miles de veces mejor que un tipo que usa su fortuna para arruinar la vida de otras personas sin pensar en las consecuencia. Conozco al padre de Eleodoro y te puedo asegurar que ni él ni su esposa merecían ser castigados por la pésima actitud de su hijo— termino diciendo para luego dejar el lugar.
Al ver como aquella chica se iba sin miedo a su actual poder y diciendo una palabras tan impactantes, Bartolomé quedo estupefacto en medio del salón junto con sus recientemente adquiridos súbditos corporativos; por así llamarlos. Su objetivo era castigar a Eleodoro por su mala conducta, un pequeño aperitivo mientras buscaba algo más interesante que hacer durante los 348 días restantes y ciertamente encontró ese algo
— ¿quién era esa chica? — pregunto entre dientes tratando de ocultar con su mano sudorosa su cara deformada de la gran felicidad que sentía
—creo..., creo que su nombre es Alicia...— respondió la chica de lentes parada al lado suyo quien podía ver la cara demencial de Bartolomé, parecida a la de una bestia que acaba de encontrar a su siguiente víctima

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