Unos
gruesos lentes de marco negro cubrían sus penetrantes ojos cafés cubiertos por
unos parpados llenos de ojeras, las cuales demostraban lo cansada que estaba de
tanto estudiar día tras día; su cabello castaño era un verdadero desastre,
demasiado corto y desaliñado como para pertenecer a una chica en su
adolescencia; media casi 162 cm, una estatura pequeña para un país donde la
media de las mujeres llegaba a los 170 cm; no era ni muy delgada ni muy gorda,
lo cual era difícil de descubrir gracias al gran chaleco de invierno que vestía
y que la hacía ver más robusta de lo que en realidad era; su falda llegaba casi
a sus tobillos y dejaba ver con suerte sus zapatos, aun cuando la academia
permitía llevar la falda dos dedos por encima de la rodilla; sus hombros
estaban siempre tensos y ante cualquier ruido se exaltaba con facilidad, dando
a entender que por naturaleza se trataba de una persona tímida y precavida, de
aquellas que no confía en los extraños fácilmente; no se podía considerar una
belleza de rostro ni tampoco fue bendecida con un cuerpo dinámico con el cual
presumir; no destacaba de los demás estudiante becados en la academia, sino que
al contrario, era una chica tan común y de perfil tan bajo que literalmente era
una sombra más en esta escuela elitista, un dibujo en la pared que podría
desaparecer de la noche a la mañana y nadie notaria su ausencia.
Durante
años el chico con el corazón del demonio llamado Bartolomé había conocido seres
humanos con características similares y se enorgullecía de conocer
perfectamente su forma de actuar ante los momentos de dificultad ajenos. Para
él todos aquellos humanos eran unos simples cobardes cuyo lema principal era
"mientras no me pase a mi ¿para que intervenir?", es decir, un ser
humano promedio. Su mente de demonio estaba acostumbra a pensar y desarrollar
escenarios ficticios de como actuarían dichos humanos bajo diferentes peligros,
escenarios que por lo general se tendían a cumplir tal y como él esperaba, es
por esta razón que le parecía extraño y al mismo tiempo curioso los momentos en
los cuales sus pronósticos acerca del comportamiento de un humano estaban
equivocados. Sus ojos podían verlo, pero su mente no quería creerlo; delante
suyo un humano promedio estaba arriesgando su propio bienestar personal solo
para ayudar a otra persona; quien por cierto era bastante odiada por todos,
incluso por sus supuestos amigos. En su mente de demonio no había razón lógica
por la cual ella quisiera ayudarlo, ¿quizás dinero? Eleodoro ya no tenía nada;
¿por lastima? Incluso él quien llevaba apenas diez días en aquel mundo lo
odiaba por su forma de ser, no había manera en la cual alguien podría tenerle
lastima a aquel chico; incluso si solo quería ser buena samaritana y ayudarlo
dándole ánimos; perfectamente podría haber esperado a que él, quien arruino la
vida de Eleodoro, dejara el salón. La única razón por la cual lo ayuda en ese
momento pese a su evidente amenaza de arruinar la vida de quien se relacionará
con aquel mocoso seria porque lo estaba desafiando. A él, la persona con más
dinero en una sociedad escolar que se regía guiada por el sucio.
Eleodoro
estaba de rodillas en el suelo, haberlo perdido todo fue un golpe demasiado
duro para él. Pasar de ser un rey a un vagabundo no es algo que muchas personas
puedan asimilar en cosa de minutos, ni mucho menos alguien quien al mismo
tiempo perdió incluso a aquellos que consideraba sus amigos. Ya no tenía una
fortuna que respaldara su autoridad ni que le permitiera comportarse de la
manera tan altanera con la cual había vivido hasta ahora, incluso alguien como
él sabía que su actitud así lo demás solo era tolerable gracias a que tenía
dinero para cubrirlo. Su mente estaba perdida y su cuerpo era tan fácil de
manejar como el de un niño con el corazón roto. Intentando ayudarlo sin
lastimarlo la misteriosa chica de apariencia promedio lo puso de pie,
asegurándose que no se volviera a caer debido a la carencia de fuerzas que su
cuerpo poseía. Sus manos pequeñas y blancas como la nieve servían de soporte
para el tembloroso pecho de Eleodoro. Lo que antes él seguramente habría
rechazado con asco, la ayuda de una becada, ahora parecían un cálido y tierno
abrazo; de aquellos que solo una madre amorosa puede dar. Ante tal amabilidad
en un momento de necesidad él agotado corazón de Eleodoro no pudo contenerlo
más y siendo incapaz de contener sus sentimiento y seguir fingiendo una cara de
póker que ocultara su tristeza comenzó a llorar y como si se tratara de un niño
buscando refugio, para que nadie viera su cara, apoyo su rostro humedecido en
el hombro de aquella misteriosa chica
—No
llores Eleodoro, no te pongas triste por esto, anímate—le decía la chica
acariciando lenta y gentilmente su cabeza— todo estará bien— añadía levantando
con un ligero toque la cabeza de Eleodoro de su hombro y con la ayuda de un
pañuelo desechable que saco de su bolsillo secar sus lágrimas — Vamos a
limpiarte la cara en los lavamanos, seguramente con un poco de agua fría podrás
aclarar tus ideas y encontrar una solución a tus problemas— termino diciendo
con una sonrisa optimista que sin importar el punto de vista desde el cual se
mirase se sabría que busca animar a Eleodoro. Muchos podrían encontrar en esta
escena un sentimiento de alegría y compasión; al ver un gesto tan amable por
parte de la chica hacia alguien que lo perdió todo, pero en los ojos del chico
infernal solo podía percibirse una completa sensación de confusión; no podía
entender bajo su lógica lo que estaba viendo
— ¿qué
crees que estás haciendo descendiente de Lilith? ¿Por qué ayudas a un tipo tan
despreciable como él? — termino por preguntar ante su duda— ¿acaso no
escuchaste acerca de lo que te podría pasar si lo ayudas? — añadió haciendo
referencia a su amenaza
— ¿cuál
de todas? Problemas financieros para mis padres y familia o que implícitamente
arruinaras mi vida escolar en este lugar al volverme pobre. Lamento decirte que
aquellas amenazas no sirven en mí, ya que de partida no tengo padres, me
abandonaron cuando tenía solo 7 años. Si aun sabiendo eso los quieres encontrar
y darles problemas financiero por favor diles que ese castigo se los mandas de
parte mía. En segundo lugar, ya soy pobre, por lo que no hay manera de que
hagas mi vida escolar más lamentable de lo que ya es. Necesitaras más que eso
si quieres asustarme— contesto la chica acompañando a Eleodoro hasta la entrada
del Salón— en lo que a mí respecta un chico mimado y engreído es miles de veces
mejor que un tipo que usa su fortuna para arruinar la vida de otras personas
sin pensar en las consecuencia. Conozco al padre de Eleodoro y te puedo
asegurar que ni él ni su esposa merecían ser castigados por la pésima actitud
de su hijo— termino diciendo para luego dejar el lugar.
Al ver
como aquella chica se iba sin miedo a su actual poder y diciendo una palabras
tan impactantes, Bartolomé quedo estupefacto en medio del salón junto con sus
recientemente adquiridos súbditos corporativos; por así llamarlos. Su objetivo
era castigar a Eleodoro por su mala conducta, un pequeño aperitivo mientras
buscaba algo más interesante que hacer durante los 348 días restantes y
ciertamente encontró ese algo
— ¿quién
era esa chica? — pregunto entre dientes tratando de ocultar con su mano
sudorosa su cara deformada de la gran felicidad que sentía
—creo...,
creo que su nombre es Alicia...— respondió la chica de lentes parada al lado
suyo quien podía ver la cara demencial de Bartolomé, parecida a la de una
bestia que acaba de encontrar a su siguiente víctima
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