Los
estudiantes de la academia Baltazar miraban con temor en sus ojos al estudiante
de 17 años que caminaba con una maliciosa sonrisa en su rostro por los pasillos
de la institución, el instinto básico para evitar problemas de los adolescentes
les decía que no se deben relacionar con aquel chico; el rumor de la pelea que
Bartolomé había tenido con Eleodoro se había esparcido por el recinto más
rápido que la velocidad del sonido y ahora todos tenían miedo de ser la
siguiente víctima de aquella bestia sin correa. Finalmente, lo que muchos
temían había pasado, la jerarquía social donde el rico dominaba al pobre se
había roto por primera vez desde su fundación; un estudiante becado se atrevió
a golpear a uno rico sin recibir algún castigo por ello. Incluso los maestros,
grandes genios contratados por su gran cantidad de logros académicos, temían
por su seguridad y bienestar. Las miradas de ascos, desprecio y en menor medida
lástima que antes iban dirigidas hacia el joven llamado Bartolomé, se
convirtieron rápidamente en mirada de temor y respeto hacia su persona. Los
estudiantes adinerados veían en él un peligro andante que debía ser eliminado
mientras que por otro lado los estudiantes becados habían encontrado una figura
de rebelión, en contra del sistema, que los representaba y defendía.
— Ey
mira, ¿No es ese él becado que golpeo a Eleodoro? — susurraba uno de los
estudiante adinerado a su grupo de amigos.
— ¡Si es él...! No pensé que lo vería caminar por los pasillos tan rápido, seguramente él director fue duro con él y lo regaño sin dejarle explicar lo ocurrido ¿creen que lo hayan expulsado? — respondía un chico rubio vestido con ropa de marca riendo entre dientes de tan solo imaginar que un becado seria echado de la academia
— ¡Si es él...! No pensé que lo vería caminar por los pasillos tan rápido, seguramente él director fue duro con él y lo regaño sin dejarle explicar lo ocurrido ¿creen que lo hayan expulsado? — respondía un chico rubio vestido con ropa de marca riendo entre dientes de tan solo imaginar que un becado seria echado de la academia
—No seas
tonto ¿acaso no saben que aquel chico es el favorito de la presidenta? A menos
que la academia cambie de dueño, Bartolomé no será nunca expulsado— indicaba un
gordito bien alimentado
— Lo más
seguro es que si lo expulsen, por mucho poder que tenga la presidenta en este
lugar, no creo que pueda evitar que lo expulsen. después de todo rompió varias
reglas internas de la academia en un solo día. Sin mencionar el hecho de que el
padre de Eleodoro es un poderoso hombre de negocios que tiene muchos contactos
influyentes. No creo que un hombre tan orgulloso como él permita que su único
hijo sea golpeado por un Don nadie, sin recibir castigo alguno. Seguramente
hará que sus abogados intervengan para echarlo si es que la presidenta no actúa
antes— añadía un chico de lentes y pecas
—sin
mencionar que el director North lo odia desde el fondo de su corazón—
complementaba el rubio a los argumentos de su amigo. Era bien sabido que el
director de la Academia Baltazar odiaba fuertemente a los estudiantes becados,
su título de ser un educador elitista era algo que nadie podía negar, pero el
hecho de que él odiaba fuertemente a Bartolomé como individuo, solo servía para
incrementar la idea de que este fue expulsado. Desafortunadamente nadie en el
lugar sabía que en realidad aquel pobre y desdichado chico tenía bajo su
control al director, como si este se tratara de un títere viviente o un perro
bien entrenado; por lo que los rumores acerca de su expulsión no dejaban de ser
una mera fantasía. Por fuera Bartolomé era un estudiante promedio de 17 años,
pero por dentro era un demonio feroz que disfrutaba del sufrimiento ajeno y que
estaba dispuesto a hacer cualquier cosa con tal de satisfacer sus deseos y darle
sentido a su mundo.
.....
Pasaron
los segundos, los minutos y las horas, hasta que las campanas comenzaron a
sonar; dando un final a la jornada escolar. Los jóvenes estudiantes salían por
la entrada principal de la academia, algunos eran recogidos por lujos vehículos
manejados por choferes privados de agradable apariencia, mientras que aquellos
que eran considerados de clase baja dentro de la jerarquía social que existía
caminaba hacia sus casas. Bartolomé camino tranquilamente en dirección al lugar
que sería su hogar durante los próximos 365 días, contemplaba con entusiasmo el
mundo que podía percibir a través de sus cinco sentidos, como si se tratara de
un niño pequeño en una incursión hacia lo desconocido. Al llegar a su hogar
quedo ciertamente desilusionado, había visto anteriormente el lugar, pero ahora
que tenía tiempo de prestarle atención se daba cuenta de lo deprimente que era.
La vivienda que se supondría seria su escondite durante un año, se trataba
simplemente de una pequeña casa de tan solo cuatro habitaciones distribuidas
equitativamente en dos pisos, estaba llena de parches y escombros por todos
lados, lo cual permitía que el frio del infierno y el calor del verano
ingresaran en el lugar fácilmente. Aunque antes vivía en el infierno su estilo
de vida allí seguía siendo el de un rey, por lo que esto significaba un cambio
en 180 grados para él. Con cierto grado de descontento Bartolomé ingreso al
lugar donde su alcolico padre lo esperaba sentado en la entrada poniéndose los
zapatos; al parecer iba a salir a alguna parte. Apenas el nauseabundo hombre de
40 años identifico al muchacho comenzó a reír burlonamente y decir
— vaya
hijo mío..., veo que finalmente lo has hecho. Me han llamado desde tu instituto
para informarme de tu atrasó, seguramente serás expulsado por ello— decía
riendo mientras se amarraba los cordones de sus mocasines y se ajustaba casi al
mismo tiempo su mejor corbata— te lo tienes merecido, siempre has sido un
altanero mirándome debajo de tu hombro por el simple hecho de estar en una
buena escuela, cuando vaya mañana hare inmediatamente los trámites para
transferirte a un colegio del sector donde yo crecí, habrá chicos más acorde a
nuestros recursos, si tienes suerte tal vez puedas formar parte de alguna
pandilla con futuro, incluso puedo presentarte a los delincuentes locales para
que puedas echar buenas raíces— añadía
— vaya
buda gordo, veo que estas despierto, incluso podría decir que estas bien
vestido ¿acaso a ocurrido un milagro? — respondió el muchacho tranquilo sin
prestarle atención a las palabras provocadoras de su progenitor quien sabía
perfectamente que su hijo odiaba la idea de ser igual a él
— podrías
decir lo que quieras, pero no podrás escapar de la realidad, tu futuro soy yo,
te guste o no, será mejor que lo vayas aceptando antes de que te hagas más daño—
indico el adulto poniéndose de pie
— solo me
preocupo por mi destino de aquí en un año, lo que venga después de eso no será
mi problema— respondió el joven riendo descaradamente mientras miraba con
atención como su padre guardaba en su bolsillo un fajo de billetes con una
cantidad cercana a los 500 dólares— ¿de dónde has sacado ese dinero? — pregunto
curioso
— me lo
ha prestado un amigo mío a cambio de una pequeña tasa interés, se veía muy
contento al momento de entregármelo, seguramente sabe lo buen jugador que soy
en los casinos, con un poco de tiempo que juegue voy a poder pagárselo y tener
incluso una ganancia— decía riendo mientras sobaba su abultado bolsillo
— es cierto...se me había olvidado...— susurro el joven entre dientes antes de comenzar a reír alocadamente, sujetándose el rostro con su mano izquierda en un intento de ocultar su locura— aparte de gordo y borracho, también eres un sucio apostador— indicaba sujetando de repente la cara de su padre— ¿acaso no te has dado cuenta de que aquel amigo tuyo es un usurero? No puedo creer lo tonto que eres mi querido buda, pensado que de verdad eres un buen jugador, date cuenta de que tu mundo esta arruinado y que eres un simple pobretón, por eso tu mujer te abandono y tu propio hijo te ve con asco y desprecio — añadía mirando con entusiasmo los ojos de confusión del pobre hombre quien en un repentino arrebato de ira aparto las manos de su muchacho
—¡eso no es asunto tuyo!— dijo molesto mientras se sobaba la cara— no olvides que yo soy tu padre mocoso ingrato, no te estoy dejando vivir aquí para que me juzgue ni me trates como un Don nadie, si yo quiero gastarme mi dinero en el casino y comprando licor es asunto mío, que para eso es que trabajo— añadió
— lo siento, no te estoy juzgando buda gordo, al contrario eres un pecador promedio fantástico, si de mi dependiera los hombres como tu deberían de tener hijos como él— respondió Bartolomé sonriente— es más incluso quiero acompañarte a ese sitio al que tu llamas casino— añadió
— ¿tu...? Pero si ni siquiera sabes jugar a las cartas, no me hagas reír— decía su padre con tono burlesco
— no te preocupes por eso mi querido Buda, te puedo asegurar que si me llevas tu capital aumentara lo suficiente como para no tener que trabajar nunca más — decía Bartolomé sin siquiera titubear convencido plenamente en sus palabras
— es cierto...se me había olvidado...— susurro el joven entre dientes antes de comenzar a reír alocadamente, sujetándose el rostro con su mano izquierda en un intento de ocultar su locura— aparte de gordo y borracho, también eres un sucio apostador— indicaba sujetando de repente la cara de su padre— ¿acaso no te has dado cuenta de que aquel amigo tuyo es un usurero? No puedo creer lo tonto que eres mi querido buda, pensado que de verdad eres un buen jugador, date cuenta de que tu mundo esta arruinado y que eres un simple pobretón, por eso tu mujer te abandono y tu propio hijo te ve con asco y desprecio — añadía mirando con entusiasmo los ojos de confusión del pobre hombre quien en un repentino arrebato de ira aparto las manos de su muchacho
—¡eso no es asunto tuyo!— dijo molesto mientras se sobaba la cara— no olvides que yo soy tu padre mocoso ingrato, no te estoy dejando vivir aquí para que me juzgue ni me trates como un Don nadie, si yo quiero gastarme mi dinero en el casino y comprando licor es asunto mío, que para eso es que trabajo— añadió
— lo siento, no te estoy juzgando buda gordo, al contrario eres un pecador promedio fantástico, si de mi dependiera los hombres como tu deberían de tener hijos como él— respondió Bartolomé sonriente— es más incluso quiero acompañarte a ese sitio al que tu llamas casino— añadió
— ¿tu...? Pero si ni siquiera sabes jugar a las cartas, no me hagas reír— decía su padre con tono burlesco
— no te preocupes por eso mi querido Buda, te puedo asegurar que si me llevas tu capital aumentara lo suficiente como para no tener que trabajar nunca más — decía Bartolomé sin siquiera titubear convencido plenamente en sus palabras
— es una
buena broma..., creo que has leído muchos libros por el día de hoy, será mejor
que descanses un poco— respondía el hombre abriendo la puerta de su casa sin
intención de tomar en serio las palabras de su hijo
— ¿en
serio rechazas montañas de dinero simplemente por tu incapacidad de creer en tu
propia sangre? Fácilmente puedo lograr que tus 300 dólares sean un millón o dos—
decía el joven sonriente mientras miraba los ojos de su padre dudoso.
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