La habitación estaba oscura y Bartolomé se
sentía nervioso; nunca imagino ni en sus sueños demenciales que tendría la oportunidad
de ver a un hombre ser consumido por las llamas, ni de que lo vería emerger
victorioso de ellas convertido en una persona completamente diferente; paso de
ser un viejo senil y débil, a un apuesto y encantador joven de su misma edad,
haciéndose llamar a sí mismo como Satanás, el demonio que gobierna el infierno.
Las piernas de Bartolomé no le responden, no es capaz de decir nada; el
inesperado suceso había destruido toda su lógica y ya no sabía que decir.
— ¿qué sucede niño?, ¿Acaso se te ha congelado
la lengua del miedo que sientes? — pregunto Amadeus con una sonrisa llena de
placer al ver una reacción de miedo tan exquisita; la cual era un deleite para
un demonio de su nivel— No importa cuánto tiempo pase, ni de quien provenga,
siempre encontrare fantásticas las miradas de terror y confusión de los seres
humanos. Suelen ser parecidas, pero aun así no puedo dejar de mirar cada vez
que tengo la oportunidad; las caras de los seres humanos cuando se dan cuenta
de lo pequeños e ignorantes que son en realidad. Aunque comparado con los
habitantes terrenales de hace dos mil años tu reacción podría ser considerada
aburrida e insípida, sigue siendo algo maravilloso de observar. Todavía
recuerdo como los seres humanos antiguos salían a buscarme con antorchas y
tridentes cada vez que escuchaban acerca de mi presencia, es una lástima que ya
no podré ser testigo de tal espectáculo— añadió riendo con un tono nostálgico
— ¿¡quién eres tú...!?— preguntaba Bartolomé
recuperando por fin su voz; aun cuando todavía no era capaz de entender lo que
sucedía
— veo que finalmente tienes deseos de hablar,
es bueno saberlo, será mucho más fácil hacer negocios contigo de esa manera—
Contesto Amadeus riendo maliciosamente mientras se acercaba al joven aterrado
—¡¡no te acerques...!!— grito Bartolomé
exaltado, arrojando inconscientemente una enciclopedia que tenía cerca, con la
esperanza de lastimar al extraño ser que tenía delante del; pero era inútil,
las llamas que rodeaban a Amadeus incineraban casi al instante cualquier objeto
que lo quisiera lastimar, convirtiéndolos en simples cenizas inofensivas
— buen tiro muchacho, si fuera un ser humano
eso sin lugar a duda me habría lastimado, pero me temo que necesitaras más que
un simple libro si es que deseas hacerme daño— indico Amadeus sonriente
mientras se colocaba a tan solo un metro de distancia de Bartolomé— si quieres
puedes intentarlo toda la noche, no es algo que me moleste, pero el resultado
será el mismo independiente del objeto que me arrojes— añadió
— ¿Quién..., quien eres tú? — volvió a
preguntar Bartolomé, quien todavía no creía lo que sucedía
— no me gusta repetir mucho las cosas, pero
contigo supongo que deberé hacer una excepción. Ya te lo dije, yo soy Satanás,
el rey del infierno, el maestro de las tinieblas elige el nombre que desees; no
soy alguien exigente en cuanto a nombres— respondió Amadeus extendiendo su mano
izquierda para ayudar a Bartolomé a levantarse del suelo— es un gusto conocerte
hijo de Adán— añadió
—¡¡ aléjate de mí!!— grito Bartolomé apartando
con un fuerte golpe la mano de Amadeus; todavía no podía confiar en él
— que pocos modales ¿es así como tratas a tus
invitados? — pregunto Amadeus sobando su mano
— yo no te he invitado— respondió Bartolomé
tratando de defenderse de cualquier posible contrataque por parte de Amadeus
—pero tampoco recuerdo que hayas dicho que no
me invitabas— respondió Amadeus mientras movía levemente su dedo índice, con lo
cual una fuerza misteriosa hacía que el cuerpo de Bartolomé comenzara a levitar
— ¿¡¡Qué estás haciendo...!!? — grito Bartolomé
aterrado al ver su cuerpo suspendido en el aire
— cómo no quieres que te toque, esta es la
única manera en la cual te puedo ayudar— contesto Amadeus liberando
repentinamente su poder, con lo cual Bartolomé cayo inevitablemente desde una
altura aproximada de tres metros; dándose un fuerte impacto en contra del piso
de madera
—¡¡ah...!!— grito Bartolomé adolorido. El
fuerte impacto que recibió al estrellarse fue suficiente como provocarle
severas heridas en sus brazos y piernas; los cuales había usado para resistir
todo el daño
— Oh lo siento..., a veces olvido lo frágil que
pueden llegar a ser los cuerpos de los mortales— dijo Amadeus riendo al ver a
Bartolomé retorcerse de dolor en el piso— no seas tan exagerado, recibir esa
clase de heridas sería considerado el paraíso en cualquier parte del infierno,
esas son solo heridas menores— añadió chispando sus dedos, con lo cual las
llamas que lo acompañaban y servían de escudo, rodearon el cuerpo Bartolomé
—¡¡pero qué demonios!!— grito Bartolomé
tratando de apagar su cuerpo, pero era inútil las llamas no desaparecían
— es un vista hermosa— dijo Amadeus con un
ataque de risa incontrolable, la desesperación de Bartolomé y sus inútiles
intentos de salvar su cuerpo de ser calcinado eran sin lugar a duda el mejor
espectáculo posible para un demonio de su nivel— desearía tener tiempo
ilimitado para observar tu sufrimiento, pero no un elemento del que disponga en
este momento. ¿acaso no te has dado cuenta de que aquellas llamas no te están
quemando? — pregunto
— Es cierto... ¿Cómo es posible? — pregunto
Bartolomé recuperando su compostura al comprobar lo que Amadeus le dijo.
Ciertamente aquellas llamas no lo estaban lastimando en lo absoluto, sino que,
al contrario, de alguna manera las pequeñas ascuas que envolvían su cuerpo
parecían devorar las heridas que anteriormente había sufrido; curándolo— ¿¡qué
clase de broma es esta!?— grito iracundo poniéndose de pie, dispuesto a pelear
y defenderse
— Veo que finalmente te has relajado, un poco
de sana diversión siempre tiene buenos resultados. Me encantaría que estuvieras
aterrado como antes, sin embargo, no dispongo del tiempo necesario para
apreciarlo; tenerte enojado es mejor— contesto Amadeus, retirando de un pilar
de fuego que emergió a su lado, una taza de café con una tetera transparente
que contenía una especie de brebaje de color rojizo extraño— ¿te apetece un
poco de café de sangre, mi querido Bartolomé?— pregunto calmadamente mientras
se sentaba en un trono de fuego creado por las llamas y vertía un poco de la
extraña bebida en su taza
— ¿Qué es todo esto...? —pregunto Bartolomé
entre dientes
— te fascinara, es una bebida popular en el
infierno, se hace a partir de la cafeína extraída directamente de la sangre de
los pecadores que durante su vida eran adictos al café. Es uno de los
principales productos de los territorios de la avaricia, deberías probar un
poco— respondió Amadeus haciendo que una mano de fuego le ofreciera un poco a
Bartolomé
—¡¡no juegues conmigo!!— grito Bartolomé
votando de un golpe la bebida— sabes perfectamente a lo que me refiero ¿¡¡quién
eres tú!!?— añadió
—vaya..., tu sí que eres estúpido. No sé si
sentirme triste o burlarme de ti, has visto cosas más asombrosas esta noche y
sigues pegado en esa misma pregunta— respondió Amadeus bebiendo de su taza— ya
te lo he dicho, mi nombre es Amadeus Valentín y soy quien carga con el título
de Satanás— añadió
— ¿Satanás...? —pregunto Bartolomé incrédulo
ante lo que estaba oyendo
— ¿que acaso sigues sin creerme? Supongo que la
imagen que los humanos tienen de mi sigue siendo la de una cabra de dos patas.
Podría tomar dicha forma, sin embargo, no me serviría de nada en esta clase de
conversación. En su lugar he preferido tomar prestada directamente de tu mente,
la imagen de lo que tu consideras un ser humano confiable y respetado. Es una
sorpresa que la apariencia de un hombre honorable haya cambiado tanto en los
últimos dos milenios, antiguamente una túnica era la última moda, pero tengo
que reconocer que aquello a lo que ustedes llaman trajes es un estilo
fascinante; cómodo y elegante— respondió Amadeus acariciando sutilmente su
nueva ropa
— ¿y que desea Satanás en esta casa? — pregunto
Bartolomé, a quien no le quedaba más opción de creer las palabras de Amadeus;
después de todo lo que había visto
— Me alegro de que finalmente podamos avanzar,
por un segundo pensé que me pedirías mi certificado de nacimiento para
demostrar mi identidad; el infierno no es un lugar que emita esa clase de
papeles— dijo Amadeus sonriendo sutilmente, como intentando bromear— siéntete
afortunado mi querido Bartolomé, he venido aquí a ofrécete un increíble trabajo
— respondió
— un trabajo... ¿Qué clase de trabajo? —
pregunto Bartolomé extrañado
—¡¡mi trabajo...!! — exclamo el demonio
sonriendo — he venido aquí en persona a ofrecerte a ti, un don nadie, el título
más importante del infierno; Felicidades – añadió
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