Eran las
8:00 am del 6 de mayo del año 2016. La pelea llevada a cabo por los estudiantes
Bartolomé y Eleodoro hace casi un mes seguida siendo un tema candente del cual
hablar. Pese a lo que se creía originalmente, él estudiante becado que se vio
envuelto en el conflicto aún no había sido expulsado por el director, sino que,
al contrario, de alguna forma se podía sentir que el estricto educador evitaba
de alguna manera hablar acerca del tema, incluso delante de otros profesores.
Durante todo un mes sus colegas de trabajo habían notificado acerca de la
ausencia sin justificación de Bartolomé en el salón de clase, pero aun así
North ha hecho oídos sordos acerca de un problema que en otras circunstancias
el habría castigado con la expulsión inmediata; se tratase o no de un
estudiante becado.
Eleodoro,
el hijo mimado del CEO de la multinacional Angelical, caminaba sonriente
delante de sus compañeros, como si se tratase de un pavo real que se pavoneaba
delante de aves de corral normal; ser el centro de atención de todos luego de
la pelea con Bartolomé solo sirvió para agrandar aún más el ego del orgulloso
niño rico. El día de hoy estaba particularmente feliz, su enemigo público número
1 seria castigado finalmente por su falta de respeto hacia su persona, su
querido y amoroso padre había enviado a sus abogados a hablar con el director
de la academia; por lo que la expulsión de la sucia rata callejera seria
cuestión de minutos. A su lado caminaban sonrientes sus numerosos seguidores,
chicos y chicas atraídos por el poder y dinero que Eleodoro poseía gracias a la
cuna de oro en la cual nació. No importaba que clase de crímenes o malos actos
cometiera el pequeño magnate en contra de los más pobres solo para satisfacer
su aburrimiento, mientras siguiera teniendo dinero, siempre tendría amigos
dispuestos a echarse la culpa por él saliendo de este modo siempre impune; al
menos así es como ha funcionado su mundo desde que tiene memoria. Sin
preocuparse por los demás, Eleodoro y sus seguidores ingresan ruidosamente al
salón de clases donde las chicas que van en busca de su fortuna del salón lo
reciben con una cálida sonrisa; similar a la de una hiena africana que
visualiza a su presa indefensa. Al ver este recibimiento digno de un rey, el
chico de 17 años toma asiento en su lugar favorito, el pupitre ubicado al lado
de la ventana donde puede controlar fácilmente el flujo de información del
salón.
— Ven, es
tal y como les dije. Aquel pobre ratón de biblioteca tiene miedo de mí. La
mejor prueba de ello es que no se ha visto su apestosa cara por aquí durante
casi un mes entero. Me muero de la risa del simple hecho de imaginar a aquel
sucio becado temblando de miedo en algún rincón de su casa ante la simple de
que será expulsado apenas ponga un pie en la academia. No importa cuántas veces
rece por alguna clase de milagro, ni siquiera Dios podrá evitar que lo echen de
patadas a la calle— decía riendo el joven ricachón a sus serviciales oyentes,
burlándose sin piedad alguna de la ausencia de Bartolomé— incluso si el
director interviene o la mismísima presidenta hace presencia para defender a su
favorito en este caso, ahora que mi padre a enviado a sus abogados personales,
Hector y Víctor, no habrá manera en la cual aquella sucia rata se pueda librar —
indicaba con confianza mientras miraba a su alrededor— espero que esto sirva de
lección para todas aquellas sucias ratas becadas que quedan. En el momento en
el cual se atrevan a rebelarse en contra de mi o de cualquiera de los
estudiantes regulares de la academia; personalmente me hare cargo de que los
echen. después de todo, somos nosotros los estudiantes adinerados quienes
costeamos la mayor parte de los gastos administrativos y operacionales de este
lugar, que un estudiante pobre ataque a un estudiante regular, es como si un
perro atacara la mano de quien le da de comer; si un perro te muerde solo debes
ponerlo a dormir o de lo contrario podría atacar a alguien más— añadía
provocando la risa de los estudiantes allí presentes, exceptuando claro está a
aquellos que eran becados y que únicamente podían hacer oídos sordos a aquellas
irritantes palabras.
—Sigo sin
poder comprender como alguien podría meter la cara de otra persona en el bote
de la basura y sentirse feliz mientras lo hace— decía la chica de lentes
sentada atrás de Eleodoro— especialmente cuando el rostro que meten en la basura
es uno tan bello y delicado como el tuyo— añadía sonriente sin sentir vergüenza
mientras se inclinaba hacia delante de tal manera que la posición que tomo le
permitía al rey de los bufones ver su escote
—dices
eso solo porque buscas obtener parte de mi fortuna— contestaba el joven
engreído con su mirada fija en los atributos de su compañera; ni siquiera se
molestaba en disimular su perversión en su mirada
— ¡Ey...!
Si la gente escucha esas palabras pensara que solo soy una cazafortunas. Si yo
digo que eres apuesto es porque es la verdad— respondía ella haciéndose la
ofendida mientras se echaba hacia atrás con el fin de ocultar su escote;
Eleodoro ya había picado el anzuelo por lo que ella no necesitaba seguir mostrando
gratis el producto
—No soy
la clase de persona que les gusta presumir acerca de su apariencia, pero tengo
que reconocer que ciertamente soy un chico muy apuesto; cuando era niño trabaje
como modelo en la compañía de mi padre— indicaba Eleodoro frotándose la
barbilla en un intento de ocultar su sonrisa— Cuando vea a aquel fenómeno lo
hare pagar por su falta de respeto— añadía molesto de tan solo recordar la
humillación por la que Bartolomé lo hizo pasar
— ¡Vamos
no te enojes! Aquellas venas infladas en tu frente solo hacen que tu bello
rostro pierda parte de su atractivo. En lugar de pensar en aquel sucio
marginado ¿porque no vamos a comer helado después de clases? Conozco una
heladería nueva cerca de la estación que vende los mejores sabores— insinúa una
chica de pelo rojizo sentada delante del
— He
escuchado acerca de ella, mis amigas de la academia de baile la adoran. Me han
comentado que el helado de chocolate con nuez es por lejos el mejor. Siempre he
querido ir a comer allí, pero el problema es que se trata de un lugar muy caro
para mí— se lamentaba
— ¿cuándo
el dinero ha sido un problema desde que se juntan conmigo? El día de hoy estoy
de buen humor, pagare por todos los helados que deseen— respondía sonriente
sacando de su cartera una tarjeta de crédito dorada— después de todo mi padre
me da dinero de sobra para gastar en esta clase de lujos— añadía para luego
acomodarse en su asiento al ver que el maestro había llegado. Se trataba de un
hombre de edad avanzada, con una escases de cabello en su cabeza que difería de
su abundante barba, era delgado y carente de músculos; lo cual hacia
preguntarse a cualquier persona que lo viera ¿cómo podía cargar tantos libros
el solo? Cuando era joven este hombre fue considerado un genio por muchas
organizaciones y a lo largo de su vida había acumulado una gran cantidad de
logros académicos, todo para terminar sus días enseñando en una academia
privada llena de niños mimados. Con tranquilidad el anciano se sentó en su
escritorio para luego abrir el libro de asistencia y comenzar a pasar la lista;
tal y como lo haría cualquier otro educador en cualquier otro colegio. Desde la
A hasta la Z fue mencionando el nombre de sus estudiante y al llegar al nombre
de Bartolomé se detuvo con cierto tono de melancolía dirigiendo su mirada hacia
el pupitre vacío de su alumno favorito. La mayoría de los profesores en la
academia Baltazar odiaban y despreciaban a los estudiantes pobres, pero este
hombre en particular no era así. Como un individuo que dedico su vida a la
búsqueda de conocimiento él sabía perfectamente que lo más valioso de una
persona no era su fortuna material, sino que la espiritual, aquella que solo se
puede adquirir leyendo libros, aprendiendo materias y ganando experiencia de
vida. Pese a su humilde origen, Bartolomé, era un chico sin lugar a duda
inteligente, respetuoso y con un espíritu de investigador nato que solo pocos
poseen, razón por la cual su ausencia entristecía al pobre anciano
— ¿alguien
sabe lo que sucede con el joven Bartolomé? — preguntaba el anciano a sus
queridos alumnos esperando que alguien supiera su paradero
— no
pierda su tiempo buscando a aquel sujeto profesor, lo más probable es que
tampoco venga hoy. Sera mejor que avance con la clase y lo deje ausente lo más
rápido posible; después de todo nuestros padres no pagan tanto dinero en
nuestros estudios para que un docente como usted venga a gastar nuestro valioso
tiempo de aprendizaje en la búsqueda de aquella sucia rata— respondió Eleodoro
sin ningún respeto por aquel hombre de estudio que dedico su vida a la búsqueda
de la verdad científica
— lo
siento..., no fue mi intención perturbar su aprendizaje — respondía el anciano
meneando su cabeza en señal de desapruebo mientras levantaba lentamente su
bolígrafo para dejarlo ausente
—No tan
rápido profesor...— dijo una voz conocida desde la entrada del salón. Se
trataba nada más ni nada menos que Bartolomé quien por sorprendente que pudiera
parecer estaba llegando con 12 minutos de atraso— lamento la demora y la
ausencia reiterada, últimamente he tenido problemas de salud y me ha costado
venir a clases— indico el joven sacando de su bolsillo una nota medica firmada
por el profesor que justificaba y perdonaba todas sus faltas previas,
incluyendo su actual atraso — con esto espero no tenga problemas con dejarme
entrar a su clase— añadió con una sonrisa cálida e inocente
— ¡Por
supuesto que no! Adelante entra, siempre serás bienvenido en mi salón— decía el
anciano con una sonrisa de alivio en su rostro mientras toma la nota que Bartolomé
trajo y la introducía en el libro de clases; ya que de esta manera cualquier
otro maestro que la viera estaría al tanto de la situación y el joven no
tendría problemas más adelante por sus faltas— Sabia que un joven tan listo
como tu tendría una razón para faltar. Toma asiento en tu pupitre de siempre
sin hacer ruido, no podemos seguir interrumpiendo la clase ya que ciertos
estudiantes desean aprender— añadió, haciendo referencia claramente a Eleodoro
quien poseía una mirada feroz; llena de ira.
Como era
costumbre en su salón de clases los alumnos guardaban silencio y tomaban notas
mientras él enseñaba; hablando solamente cuando lo tenían permitido. Aunque
Eleodoro lo dijo como un acto de soberbia, sus palabras tenían cierto grado de
verdad, los padres de los niños pagaban grandes sumas de dinero para que sus
hijos estudiaran allí, no podían darse el lujo de desperdiciar su tiempo en
otra cosa que no fuera estudiar. Entre los más destacados estudiantes de la
academia, Bartolomé ciertamente resaltaba por sobre el resto, ya que siempre
participaba en clases y respondía preguntas tan complejas que incluso un
profesor de la misma materia de una escuela promedio tendría dificultades para
responder correctamente, pero como si se tratara de una persona completamente
diferente, el joven genio, hoy estaba relativamente tranquilo. Su mirada estaba
fija en la ventana y su boca estaba completamente torcida hacia abajo, como si
la clase que antes adoraba ahora le pareciera lo más aburrido del planeta. El
reloj fue avanzando y los minutos se volvieron horas, llegando de este el final
de la clase del anciano. El hombre ajusto sus gafas y tomo sus libros de textos
con los cuales enseñaba, miro a Bartolomé con cierto grado de tristeza ya que
su actitud desinteresada no pasó desapercibida y sin decir una sola palabra
abandono el salón. Como si fuesen un montón de hormigas evitando él peligro del
agua que se acerca, los estudiantes dentro del salón lo fueron abandonando
también, quedando adentro de este solamente Bartolomé y Eleodoro junto a su
seguidores; sus dos matones personales y las dos chicas que siempre lo seguían
como si fueran moscas volando sobre porquería tirada en la calle. Al ver que no
había testigos posible, el joven Matón escolar se acercó a su pobre víctima y
con una mirada burlesca acompañada de una actitud relajada se sentó delante de Bartolomé
— He leído
casos de ratones que atacan a un gato cuando están arrinconados, pero nunca pensé
que vería a uno de esos roedores suicidas delante mío. Si te he de ser sincero,
nunca imagine que vería tu cara otra vez por este lugar; admiro tu valor— dijo
mientras aplaudía con un ritmo sarcástico, pero pese a su intención no recibió
respuesta por parte de su rival, sino que al contrario, este solamente se
limitó a mirar por la ventana con una cara de desagrado, como si las palabras
de Eleodoro aburrieran incluso más que la clase del profesor — Veo que el gato
te ha comido la lengua, es bueno saberlo; si un ratón como tú me respondiera sería
una gran vergüenza para mí y mi familia— indicaba riendo ampliamente provocando
la risa de sus seguidores, pero no generando ninguna reacción en el estado de
ánimo de Bartolomé, lo cual hirió el orgullo del rey de los bufones — ¿¡Que te
sucede sucia rata callejera...!?¿¡Acaso no tienes el orgullo necesario para
responderme..!? No tolerare que un bichejo como tú me ignore— añadió sujetando
en un arrebato de ira la solapa de Bartolomé
— ¿podrías
soltarme...? La gente pobre como tú me da asco — respondió Bartolomé con una
mirada de repugnancia sin igual dirigida hacia Eleodoro — el simple hecho de
pensar que respiramos el mismo oxigeno ya es suficiente martirio para mí— añadió
apartando con un golpe de su mano a su agresor
— ¿me has
llamado "pobre..."? — pregunto Eleodoro confundido ante aquellas
palabras. A lo largo de su vida lo han insultado de diferentes maneras,
principalmente debido a su actitud déspota e insensible hacia lo más pobres,
pero sin lugar a duda era la primera vez en toda su existencia que lo
catalogaban con aquel adjetivo; generando en él chico mimado una gran
confusión. Lentamente sus ojos miraron hacia atrás, en dirección a sus colegas
y al confirmar con un gesto visual que ellos también escucharon las mismas
palabras; no pudo evitar sumergirse en un gigantesco ataque de risa
desenfrenada junto con sus demás compañeros — Sabia que eras un imbécil, pero
nunca imagine que tanto. Mira que confundir las palabras "pobre con
"adinerado", solo para que lo sepas, el único chico pobre de la
academia eres tú. Imagino que el miedo de ser expulsado te ha hecho delirar y
creerte la gran cosa, pero lamentablemente sin importar lo mucho que lo desees
la pobreza seguirá siendo tu realidad— indico poniéndose de pie
— ¿acaso
aun no lo sabes? — pregunto Bartolomé riendo entre dientes
— ¿saber
que...? — pregunto Eleodoro confundido
— que
ahora tu realidad no es la riqueza, sino que la pobreza; vivirás el resto de tu
vida rodeado de basura— contesto Bartolomé con una mirada penetrante, como si
con ella intentara contemplar cada una de las reacciones que Eleodoro haría
ante aquellas palabras
— No
entiendo lo que me estás diciendo ¿acaso te golpeaste la cabeza? — pregunto Eleodoro
sin entender— pero si es de basura sobre lo que hablas creo comprender acerca
de la materia. La última vez que nos vimos me enseñaste acerca del reciclaje, déjame
devolverte el favor y demostrarte el resultado de mis estudios— indico haciendo
un leve gesto con su mano con el cual uno de sus secuaces trajo el bote de la
basura del salón y lo coloco sobre el escritorio de Bartolomé, para
posteriormente pararse atrás del junto con el otro matón y sujetarlo de los
brazos— veamos a que sabe el tacho de la basura hoy— añadió Eleodoro con burla
mientras colocaba su mano derecha en la nuca de Bartolomé y ejercía presión con
la intención de hundirla en el bote, pero por mucha fuerza que ponía en el
asunto no lograba mover su cabeza ni siquiera un centímetro
— ¿vamos
que sucede? ¿acaso esta es toda la fuerza que tienes? Si trabajaras en la
industria de la basura necesitaras más potencia que esta para levantar los
desperdicios— indico Bartolomé con burla al ver los esfuerzo inútiles de
Eleodoro
— Sigue burlándote
mientras puedas...— dijo con una sonrisa Boba el rey bufón— no se queden allí, ayúdenme
a meterle la cabeza en la basura— indico a los dos tipos que sujetaban a Bartolomé
de sus brazos, quienes tenían un rostro lleno de cansancio, como el de una
persona que intenta levantar algo muy pesado
—No
podemos ayudarlo jefe, con suerte conseguimos contener sus brazos— respondían
los dos al unísono
— ¿contenerme...?
Pero si ni siquiera estoy ejerciendo fuerza— respondía Bartolomé a aquella
palabras levantando con facilidad sus brazos, provocando en el proceso que los
dos adolescentes sobre desarrollados que lo contenían con todas sus fuerzas
salieran volando — un montón de adolescentes con problemas de crecimiento como
ustedes jamás serán capaces de contenerme, ni, aunque fueran miles los que lo
intentaran al mismo tiempo— añadió
—pero
¿¡qué demonios acabas de hacer...!?— pregunto Eleodoro sorprendido ante tal
evento. Sus dos secuaces pesaban varios kilos más que Bartolomé, en circunstancias
normales seria complicado que un chico como él pudiera liberarse de uno solo,
no era necesario imaginar lo imposible que sería el hecho de librarse de dos
—digamos
que simplemente he estirado mis brazos— contesto el joven con fuerza herculeana
con una sonrisa calmada— sería muy aburrido el tener que explicarte el porqué
de mi fuerza, en lugar de eso prefiero observar con calma la llamada del
platillo principal del día— añadió
— ¿La
llamada del "platillo principal"? — preguntaba Eleodoro sin entender,
cuando repentinamente su teléfono comenzó a sonar. Con temor ante la casualidad
de tal evento y las palabras de Bartolomé, el joven presumido saco su teléfono
de última generación de su chaqueta y con cierto grado se temor vio al
remitente; se trataba de su padre. rápidamente su mirada de miedo se llenó de alegría,
la única razón por la cual su progenitor lo llamaría el día de hoy seria para
notificarle acerca de los resultados de la demanda en contra de la academia y
la expulsión de Bartolomé— parece ser que tu hora final ha llegado — indico el
joven enseñando con burla la pantalla de su celular y posteriormente contestar—
Hola Papá ¿cómo va todo? — pregunto cómo era costumbre. Los minutos pasaron y a
medida que la conversación con su padre avanzaba su rostro de felicidad se iba
transformando, desde una radiante sonrisa hasta a una devastadora cara desesperación.
Cuando la llamada llego a su final Eleodoro soltó su teléfono de su mano, dejándolo
caer al suelo y con una mirada de terror le dijo a Bartolomé— ¿qué demonios has
hecho?
— ¿a qué
te refieres? — pregunto Bartolomé fingiendo ignorancia
— ¡No te
hagas el tonto conmigo! — grito el joven con ira— será mejor que me respondas
— ¿qué
sucede Eleodoro? Tranquilízate ¿acaso te ha dado una mala noticia tu padre? —
intervino preocupada la chica con lentes, pero por alguna razón Eleodoro no quería
responder
—Vamos
Eleodoro ¿qué sucede? Por qué no le cuentas a tus amigos aquí presentes lo que
perturba tu mente— dijo Bartolomé con tono burlesco
—Esto
tiene que ser una broma, ¡¡me niego a creerlo...!!— dijo el joven con tono
firme— mi padre es el CEO de la compañía ¿cómo demonios lograste que lo
despidieran— termino diciendo, generando en sus amigos una cara de sorpresa y
en Bartolomé una extraña mirada llena de placer.
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