— ¿Por qué querría yo tu trabajo? — pregunto horrorizado Bartolomé al escuchar la propuesta de Amadeus; lo que era de esperarse, ya que nadie en su sano juicio, desearía cargar con el título del demonio
— no
trates de engañarme Bartolomé, pude sentirlo desde el momento en el cual te vi
ayudar a un pobre anciano en problemas. Eres la clase de hombre que odia las
injusticias y que está dispuesto a castigar a un criminal con el fin de salvar
a una persona inocente; un buen samaritano por así decirlo— respondió Amadeus
— ¿y qué
relación tiene eso con tu trabajo? — pregunto Bartolomé sin entender lo que
Amadeus insinuaba
— mi
trabajo no es solo ser la encarnación del mal Bartolomé, al contrario, eso es
solamente la punta del iceberg. En este mundo terrenal y espiritual cumplo un
rol más fundamental de lo que puedes imaginar; casi tan importante como el de
aquella entidad a la que ustedes llaman Dios. Mientras que él recompensa a los
seres humanos que han sido buenos y virtuosos mientras estaban vivos, yo me
encargo de castigar y someter a aquellos que se han dejado corromper por su
codicia o avaricia. Soy el ser que genera miedo en el corazón de los pecadores
y que impide que los mortales se dejen guiar por sus deseos mundanos. Sin mí no
existirían los valores como el respeto y la moralidad, soy una existencia
necesaria para que exista la luz; un mal necesario para que el universo este en
equilibrio— respondió Amadeus sonriendo con un tono de voz firme, como si
creyera completamente en sus propias palabras— y tu mi querido amigo eres el
candidato perfecto para ocupar dicho puesto. Tienes la voluntad, pero te falta
la autoridad y el poder necesario para castigar aquellos que hicieron del mal
su estilo de vida— añadió
— si es
un trabajo tan bueno e importante ¿Por qué quieres dejarlo? — pregunto
Bartolomé extrañado
—
excelente pregunta mi atolondrado amigo, si no la hicieras me sentiría
francamente desilusionado— respondió Amadeus mirando directamente a sus ojos—
es porque ya no puedo soportarlo más— reconoció con tono casi suplicante— año
tras año, día tras día. He estado cargando con este trabajo encomendado por
Dios desde el comienzo de la creación; por muy gratificante que sea un trabajo,
después de tanto tiempo cualquier ser se volvería loco— añadió
— ¿y
porque simplemente no dejas el cargo? — cuestiono Bartolomé
— si
fuera algo tan sencillo no gastaría mi tiempo hablando contigo mi estúpido
amigo, ni me vería obligado a venir en persona a esta desdichada morada que
llamas hogar— contesto Amadeus bebiendo su café de sangre con cierto grado de
decepción en su rostro— Mi trabajo es importante, casi tanto como el de Dios.
No es un puesto para el cual exista un reemplazo, si yo desapareciera de la
noche a la mañana, el infierno vendría a la tierra y el apocalipsis se haría
realidad; muchos hombres de fe desean mi muerte sin saber el costo que eso
significaría— respondió Amadeus aproximándose a Bartolomé hasta estar a tan
solo centímetros de su rostro
— ¿y eso
que tiene que ver conmigo...? — pregunto Bartolomé nervioso ante la cercanía de
Amadeus
— mucho
mi querido amigo, lo creas o no tu eres la respuesta a todos mis problemas—
exclamo Amadeus sujetando el rostro del chico— tal vez no exista un reemplazo
para mí, pero eso no significa que no pueda crearlo — añadió
—no te
entiendo...— respondió Bartolomé tratando de liberarse de su agarre, pero era
inútil, la fuerza de Amadeus superaba por mucho a la de cualquier ser humano
normal
— dime mi
querido Bartolomé ¿alguna vez has escuchado hablar de los pactos con el diablo?
— pregunto Amadeus soltándolo
—— son
unos contratos prohibidos entre un demonio y un mortal, en el cual se ofrece un
alma a cambio de un favor— respondió Bartolomé acariciando su adolorido rostro
—precisamente
mi querido Bartolomé— contesto Amadeus sonriendo— sin embargo ¿sabes por qué
están prohibidos? — volvió a preguntar mirando detenidamente la cara de
Bartolomé quien parecía no tener respuesta ante esta pregunta— están prohibidos
por que son capaces de ir en contra de la voluntad divina. No importa lo que se
desees los contratos de Satanás son capaces de concederte todo lo que tú
quieras, volverte un hombre rico y feliz, alargar tu esperanza de vida, revivir
a un ser querido...
— ¿o
incluso ser Dios...? — interrumpió repentinamente Bartolomé
—pero que
gracioso...— respondió Amadeus sumergido en un repentino ataque de risa
desenfrenada — no importa cuántos años pasen, siempre existirá un ser humano
que me haga esa pregunta. Les ofrezco la oportunidad de pedir lo que ellos
deseen y siempre quieren lo que a simple vista parece imposible; nunca podre
comprender que tan ambiciosos pueden llegar a ser— exclamo tratando de parar su
risa, mientras miraba de reojo a Bartolomé quien parecía estar hablando
enserio— si..., la respuesta es si mi querido Bartolomé y al mismo tiempo es
no, todo depende de la calidad del alma que se de en ofrenda— respondió
— ¿la
calidad...? —preguntó Bartolomé extrañado
— ¿porque
crees que lo contratos con el diablo piden como ofrenda un alma a cambio de un
simple favor? — pregunto Amadeus riendo— acaso eres de los que piensan en la
creencia popular de que los demonios devoramos almas, si es así déjame decirte
que estas equivocado, el alma no es un objeto material ni aquí ni el más allá.
Lo que ustedes conocen como alma o espíritu es en realidad un indicador de
destino post muerte, similar a la aguja de una brújula, la cual apunta al cielo
y al infierno, dependiendo de la cantidad de buenos y malos actos que cometas
durante tu vida. Los pactos con el diablo lo único que hacen es fijar
permanentemente dicha fecha en dirección al infierno— respondió
— ¿y eso
que tiene que ver? — pregunto Bartolomé sin entender lo que Amadeus le trataba
de decir
—piénsalo
detenidamente, Bartolomé ¿de qué le serviría al demonio contratante firmar un
pacto con un hombre cuyo destino ya está sentenciado al infierno? la respuesta
es de nada, pese a lo que se piensa, los pactos con el diablo no fueron hechos
para ser realizados con pecadores, al contrario, fueron creados para sentenciar
el alma de humanos justos al infierno— respondió Amadeus
— ¿¡¡por
qué!!?— grito Bartolomé al escuchar tal noticia
— tu no
serias capaz de comprenderlo Bartolomé, para un demonio castigar a un pecador
es un gran deleite, sin embargo, torturar a un hombre que durante su vida nunca
hizo nada malo, es un placer que no tiene comparación— respondió Amadeus con
una sonrisa maquiavélica— es por eso que la calidad del alma es importante para
determinar el valor del deseo a conceder, mientras más pura e inocente sea el
alma de la persona, significara un mayor nivel en el deseo, como compensación
de renunciar al paraíso—añadió
— y por eso
que necesitas mi alma— comento Bartolomé
—
preferentemente me gustaría obtener el alma de algún infante, sin embargo, sus
destinos están protegidos por Dios hasta que cumplan los diez años, no
obstante, tu alma tiene el valor necesario para cumplir con mi objetivo—
respondió Amadeus riendo
— ¿dejar
de ser Satanás...? — respondió Bartolomé
—lamentablemente
tu alma no vale lo necesario como para robarme el cargo durante mucho tiempo,
no obstante, si me puede apartar del infierno durante un periodo corto de un
año, lo suficiente para despejar mi mente, tener unas breves vacaciones y
regresar victorioso a ocupar nuevamente mi trono cuando dicho tiempo libre se
termine— respondió Amadeus
— ¿me
pides que renuncie al cielo para hacer realidad tu deseo de vacaciones?,
¿¡¡acaso estás loco!!?— exclamo Bartolomé molesto ante tal propuesta tan
irracional
— es un
excelente argumento chico, sé que suena irracional si lo miras así, no
obstante, no soy tonto, es bien sabido lo buen comerciante que puedo llegar a
ser, si bien es cierto los contratos con el diablo condenan el alma de quien
firma al infierno, esto no significa que su destino sea sufrir— respondió
Amadeus
— ¿qué
tratas de decir? — pregunto Bartolomé
— si
firmas un contrato conmigo para reemplazarme en el infierno durante un año,
cuando llegue el momento en el cual mueras, tu alma será enviada al infierno,
pero no serás tratado mal, al contrario, tu existencia espiritual será cambiada
por la de un demonio de gran nivel, es decir, serás un general en el infierno,
serás un castigador— respondió Amadeus sonriendo
— ¿en
serio piensas que eso me hará firmar un contrato contigo? — contesto Bartolomé
—
piénsalo detenidamente, Bartolomé ¿sabes cuantos humanos llegan hoy en día al
cielo? Solamente el 3% de los que mueren año tras año, de los cuales más de la
mitad son niños que no alcanzaron a cumplir los diez años, es muy raro que un
adulto llegue a ese lugar y lo que es incluso más gracioso, un simple
pensamiento impuro que se tenga allí puede hacerte caer directamente en el
infierno durante el resto de la eternidad— exclamo Amadeus riendo— seamos
sinceros un chico con tu situación socioeconómica tan precaria, tarde o
temprano cometerá algún pecado que lo sentenciara al reino de las tinieblas e incluso
aunque llegaras a morir con los requisitos necesarios para ir al cielo ¿enserio
crees no tener nunca un pensamiento de odio o ira? Lo que yo te ofrezco es
renunciar al paraíso conocido a cambio de uno libre de reglas y requisitos en
el infierno— indico Amadeus desvaneciéndose entre las llamas y apareciendo
detrás Bartolomé quien lo miraba atónito— no te quiero obligar a nada
Bartolomé, es por eso que dejare este contrato en tus manos— dijo haciendo
aparecer de entre una bola de fuego suspendida en su mano, un pedazo de papel
rojo escrito en letras doradas, el cual coloco delante del humano allí
presente— una vez lo firmes nuestras vidas serán cambiadas por un periodo de
365 días, en los cuales tú serás el rey del inframundo y yo un simple mortal
conocido como Bartolomé, pero tienes que pensarlo rápido, cuando el primer rayo
de luz proveniente del sol salga mañana, el contrato se desvanecerá y tu
olvidaras todo lo sucedido esta noche— indico Amadeus volviéndose poco a poco
cenizas que se desvanecían apenas se iban creando — piénsalo eres un chico
inteligente—añadió antes de que su cuerpo fuera transportado nuevamente al otro
mundo.
Eran las
5 de la mañana del 8 de abril del año 2016, un chico llamado Bartolomé estaba
recostado tranquilamente en su habitación, los rayos del sol entraban por su
ventana y al sentirlos en su rostro una risa desenfrenada comenzaban a invadir
súbitamente su cuerpo, una risa maquiavélica que iluminaba sus ojos como si un
deseo se le hubiera concedido.
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