Eran las
8:00 am del 9 de mayo del año 2016, como todos los lunes la mayor parte de las
actividades semanales de la ciudad capital daban comienzo a esta hora. Por un
lado, los adultos debían de ir a sus respectivos trabajos, mientras que por el
otro los menores de edad debían de ir a estudiar y aprender a sus escuelas, dos
sociedades separadas por la edad que funcionaban bajo una misma regla; quien
tenga más dinero es quien domina la cadena alimenticia. En la academia Baltazar
esta cadena alimenticia había sido gobernada durante dos años por el joven
maestro Eleodoro, el hijo del CEO de la multinacional Angelical, pero desde que
su padre perdió su trabajo dentro de la empresa este papel cambio de dueño. De
vagabundo a emperador, el joven de 17 años llamado Bartolomé ahora era el nuevo
rey. Todo aquel que se consideraba importante sabia acerca de este suceso,
desde los estudiantes hasta los propios maestros; la noticia se esparció
completamente a cada rincón de la institución en tan solo 2 días.
Los
estudiantes de la academia estaban sentados en sus respectivos pupitres,
prestando total atención a las enseñanzas del profesor presente en el salón. En
la mayoría de las escuelas del planeta perderse una clase no es un problema muy
serio, ya que siempre puedes conseguirte la materia luego con algún compañero
que sí estuvo atento; pero en una escuela tan competitiva como lo era la
academia Baltazar, donde nadie hace un favor sin recibir algo a cambio, eso no
era algo que muchos estudiantes se pudieran dar el lujo de hacer. Apenas las
clases comenzaban la concentración de los alumnos se centraba totalmente en las
palabras del docente a cargo, como si se tratara de un grupo de religiosos
oyendo a su predicador favorito. Por lo que todos en aquel momento estaban
prestando atención a la clase y tomando notas, todos excepto Bartolomé quien
parecía haber encontrado algo mucho más interesante que estudiar. Apoyado con
los codos sobre el respaldo de su silla, Bartolomé le daba la espalda al
maestro para mirar minuciosamente a la chica sentada detrás del; una singular
adolescente que logro capturar la atención del demonio. Bajo circunstancias
normales ningún estudiante se atrevería a hacer esto, ni siquiera en una
escuela tradicional, ya que los profesores lo castigarían sin dudar; pero luego
de haber presentado tantas quejas con el director por la conducta de Bartolomé
el viernes pasado y ser ignorados en cada oportunidad, los docentes decidieron
simplemente ignorarlo; incluso el mismo director dio órdenes de que simplemente
lo ignorasen. Aunque lo que estaba haciendo era algo irrespetuoso dentro del
salón de clases; en realidad no estaba molestando. Aparte de estar sentado al
revés Bartolomé estaba en silencio, solo observando detenidamente a su
compañera quien parecía estar ignorando de alguna forma su existencia; por lo
que no había razones para que los profesores se molestaran en retar a alguien
que no podía ser castigado. Si no lo castigo al inicio de la clase por su
conducta previa tampoco lo iba a hacer ahora
***Hace
diez minutos atrás***
Muchas
chicas hermosas iban entrando al salón de clases, verdaderas bellezas de la
alta sociedad, pero sin importar que tan bellas fueran aquellas adolescentes la
mirada de Bartolomé solo estaba centrada en una persona, una chica pobre sin
ninguna cualidad excepcional llamada Alicia quien estaba sentada cinco pupitres
detrás del. Su brazo derecho estaba apoyado en su escritorio mientras que con
su delgado índice golpeaba ligeramente su frente haciendo pequeños ruidos
rítmicos con cada golpe que solo él podía escuchar, un habito suyo que había
desarrollado con el paso de los siglos y que lo ayudaba a pensar. Su mente
demoniaca no podía en contra forma alguna de acercarse a una presa tan rara sin
llamar la atención; corromper un alma justa era algo que él no había hecho
durante siglos y no quería arruinar la ocasión por el simple hecho de no saber
comportarse. Lucho con todas en contra del deseo de dejarse llevar por sus
instintos más primitivos, pero lamentablemente el poderoso rey demonio no fue
creado con la capacidad de contenerse. Sin poder aguantar ni un solo segundo
más, Bartolomé se puso de pie y camino hacia atrás del salón, deteniéndose en
el pupitre ubicado delante del de Alicia; donde un chico tímido de lentes lo
miraba sorprendido. Las clases habían empezado hace dos minutos por lo que no
era normal que alguien se parara de manera tan repentina, especialmente
considerando que el profesor los miraba, al igual que el resto de los alumnos
quienes estaban curiosos sobre lo que pasaría
— Me
gustaría cambiar de asientos contigo— dijo Bartolomé con calma al chico,
ignorando las miradas de sorpresa de los demás
—
¿perdón...? — pregunto el chico de lentes, mirando de reojo al profesor quien
los miraba con cara de enojo
—dije que
quiero tu asiento — repitió Bartolomé — ¿te podrías mover por favor? — añadió
con un tono de voz que no parecía estar pidiendo algo; sino que ordenando
—perdón
no termino de entender tu petición...— decía el chico de lentes confundido
—
¿necesitas que te lo explique? Tu usas anteojos por lo que debes de tener
problemas de visión, cambiarte a un asiento ubicado al frente seguramente es un
gran trato. No deberías de cuestionarte tanto el porque— contesto Bartolomé
— no es
eso..., los asientos son designados por el director de la academia cuando
ingresamos a clases. No podemos cambiar de lugares sin antes preguntarle a él—
explico el chico de lentes temeroso de meterse en problemas por el simple hecho
de aceptar la petición de Bartolomé
— yo me
encargare de los tramites difíciles cuando la clases terminen, ¿podrías por
favor cambiar de lugares conmigo? — volvió a preguntar, pero la cara del chico
de lentes seguía con dudas. Al ver esto Bartolomé se acercó a su oído y con
mucho cuidado susurro— mira, sé que en este momento la situación económica de
tu familia esta complicada, tu padre perdió su trabajo y tu madre es quien
carga con todos los gastos. Es una gran doctora, pero ni siquiera su salario
alcanza para sostener el estilo de vida que tenían cuando tu padre trabajaba.
Has este favor por mí y me encargare de que tu madre reciba un jugoso aumento
en su salario. Si lo haces rápido y sin hacer más preguntas podría incluso
ayudar a tu padre a encontrar otro trabajo— al oír estas palabras los ojos del
muchacho con lentes se agrandaron ¿cómo sabia Bartolomé acerca de su situación
familiar? Ni siquiera sus mejores amigos lo sabían, pero fuera de esa incógnita
si lo que decía era verdad, cambiarse de lugares no era un mal trato. De
partida seria en un siento más adelante y existía la gran posibilidad de que
los problemas de su familia fueran solucionados por el simple hecho de hacerlo,
incluso si después tenía problemas con el director por cambiarse sin su permiso
era un gran acuerdo.
—
entiendo, mi asiento es tuyo— contesto rápidamente el chico de lentes
poniéndose de pie para luego tomar sus cosas e irse a su nuevo pupitre, el
maestro los miraba con resentimiento por su falta de respeto; pero considerando
los beneficios de aquel trato ¿acaso importaba?
***presente***
Las horas
pasaron y finalmente las campanas de la academia anunciaron el final de la
jornada escolar. Durante todo el día Bartolomé se dedicó únicamente a observar
a Alicia sin decirle ni siquiera una sola palabra; abordarla en un ambiente
escolar solamente podría provocar que ella se pusiera a la defensiva. Con una
sonrisa serena y una actitud carismática, Bartolomé saco gran fajo de billetes
y con calma dijo mientras los presumía
— ¿qué me
dirías si te invito a comer un helado conmigo? Recientemente cuento con un poco
de cambio en mis bolsillos y me gustaría gastarlo mientras hablo contigo sobre
ciertos negocios
— diría
que tengo un severo caso de diabetes y que estoy a tan solo un helado de que me
amputen mi pie derecho. Sin mencionar que no me gustaría comer contigo ni mucho
menos hablar acerca de negocios— contesto ella poniéndose de pie para luego
tomar sus cosas y largarse del lugar. Muchos podrían considerar esa aptitud
como algo hostil y como un claro indicativo de que una chica te quiere fuera de
su vida, pero en el caso de Bartolomé era justamente la respuesta que deseaba;
la última prueba de que valía la pena intentar corromper el alma de Alicia
—que
chica más amargada...— decía la pelirroja que antes perseguía a Eleodoro
— No te
preocupes por esa chica desabrida, siempre ha sido un bicho raro. Si ella no
quiere ir a comer contigo ese helado nosotras podemos hacerlo encantadas—
intervino la chica de lentes quien también estaba presente— estoy segura de que
descubrirás que somos más interesantes que ella— añadió inclinándose hacia
delante lo suficiente para enseñar su escote; una táctica que siempre usaba
cuando quería conseguir algo
—vayan
ustedes solas a comer ese helado— contesto Bartolomé arrojando el fajo de
billetes a la cara de la chica con lentes quien parecía sorprendida
— ¿¡Que
crees que estás haciendo...!?— cuestiono está molesta
— es el
dinero para que se compren sus helados— respondió Bartolomé poniéndose de pie
para luego caminar hacia la salida del salón— no tienen que fingir conmigo, no
soy tan tonto como Eleodoro, se perfectamente que es lo que desean de mí. Si lo
que buscan es mi dinero se los daré, pero eviten hacer esta clase de
espectáculo nuevamente; me dan vergüenza ajena— añadió para luego seguir a su
presa— no me interesan las mujeres que puedo conseguir con dinero— termino
diciendo.
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